viernes, agosto 11, 2006

trazos


Es fácil. Sólo hay que instalar un programa y aceptar -siempre aceptar- y muevo tu mundo deslizando un dedo con la suavidad de una caricia. Dibujo los trazos de las calles, de los parques. Me poso en un árbol cuyo nombre desconozco y contemplo. Veo las sombras que la tarde proyecta sobre los edificios, jugando a ser un dios de cartón. Puedo imaginar cuál es tu ruta cada día hasta el trabajo, a quién saludas o con quién compartes una taza de café. Ando tus pasos. Y la brisa que llega a mi torre se confunde con tu brisa. Huelo tus océanos, siento la arena de esa playa tuya en mis pies tristes. De pronto, apenas cabe ya un suspiro entre mis manos vacías. Todo es tan real que nada existe.

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